sábado, 4 de julio de 2009

Trabajo en conjunto con La Capital

La mayoría de las UNR no tienen acceso para discapacitados.
La Facultad de Bioquímica y Farmacia tiene los laboratorios en el subsuelo y no hay ascensor. La Escuela de Música posee un acceso único que es por escalera y en Humanidades y Artes no hay baños adaptados. Estas son sólo algunas de las falencias que detectaron por la asociación Sin Barreras Rosario, que recorrió cada uno de los establecimientos. Los resultados confirmaron que la Universidad Nacional de Rosario (UNR) todavía no está adecuada para recibir a todos los estudiantes.


Miembros de la entidad recorrieron cada uno de los edificios de la UNR y comprobaron las dificultades más grotescas que padecen los estudiantes inválidos, un tema pendiente en los viejos edificios.


Aventura
Basta transitar las calles con una persona en silla de ruedas para vivir en la propia piel lo que significa que una vereda esté rota, que un auto estacione delante de una rampa, que el colectivo no esté equipado o que no exista un baño adaptado.


Una visita por la Facultad de Ciencias Médicas en silla de ruedas es toda una aventura en el peor sentido de la palabra. Existe una rampa de acceso por Santa Fe, pero puede convertirse en una trampa porque es muy empinada.


María Angélica, otro de los miembros de Sin Barreras Rosario, que padeció poliomielitis de pequeña y no puede caminar, intentó subirla. Ella se maneja en silla de ruedas, pero no pudo acceder sin ayuda, necesitó que alguien la empujara. Una vez arriba tuvo que pedir que le abrieran una puerta cerrada con llave. Pero ese día justo había un andamio en la entrada que conecta con la rampa. Todo fue en vano.


Para ir a las aulas no tuvo problemas, aunque algunas de las mesas le resultaron un poco altas. Pero la dificultad mayor ocurrió cuando quiso acceder por los pasillos internos a la Facultad de Bioquímica y Farmacia anexa a la de Medicina. Se topó con siete escalones que debía bajar. El encargado de la portería le advirtió que tendría que dar la vuelta por Santa Fe y Suipacha. Sin quejarse, la mujer giró su silla, volvió a la entrada y pudo bajar hasta la vereda con ayuda.


En la media cuadra hacia Santa Fe y Suipacha debió sortear dos grandes pozos que trabaron la silla de ruedas. Angélica está acostumbrada a maniobrar y mostró la destreza de sus brazos. “Esto no es nada, a veces cuando queremos cruzar la calle nos encontramos con rampas y justo abajo, en la calzada, con un pozo enorme. Ahí te quedás clavada”, explicó María Angélica. Sus palabras son claras e irónicas demuestran la injusticia que sufren los discapacitados cada día.


Sobrino “lazarillo”
Claudio Halcovich, miembro de Sin Barreras Rosario, quiso recorrer la Facultad de Bioquímica. Nunca sale sin su sobrino Lucas, su auténtico lazarillo. “Me lleva a todas partes”, cuenta el hombre que a raíz de una enfermedad tiene sus brazos y piernas atrofiados. Claudio debió ser empujado para subir por la rampa de entrada por calle Suipacha. Pero el disgusto fue grande cuando le explicaron que para ir a algún aula o laboratorio debía bajar y luego subir escaleras. “Aquí no sé qué vas a hacer”, lo frenó una alumna que pasaba. Claudio fijó la vista hacia adelante pero no pronunció palabra; sólo dio media vuelta y bajó por la misma rampa por la que había llegado.


Sin embargo, no todo fue negativo. “La gente es muy solidaria. Siempre intenta ayudar”, señaló.
Para todos. El centro de estudiantes de Bioquímica inició un proyecto “para que la universidad sea para todos”. “Vemos las dificultades que tienen. Pedimos que, hasta tanto se terminen las reformas, se garanticen las clases y parciales para personas que tengan alguna discapacidad física”, dijo Nadia, una de las impulsoras del proyecto.


La iniciativa surgió porque en Bioquímica hay una alumna que está en silla de ruedas. “Por ahora no tiene problemas porque está cursando primer año en el edificio nuevo donde hay un ascensor para llegar a las aulas y una rampa para la biblioteca, aunque el acceso es empinado y se necesita ayuda para emprenderlo”, agregó. La madre de la alumna se preguntó cómo hará su hija el próximo semestre, cuando deba cursar en el edificio viejo, donde las barreras arquitectónicas abundan. “Habrá que bajarla alzándola, pero yo no puedo ir todos los días a la facultad”, planteó. Un dilema que deberán resolver las autoridades de esa facultad.


Mapa
Los integrantes de la asociación Sin Barreras Rosario realizaron un informe en el que detallaron que en la Facultad de Psicología no hay acceso posible a los salones. Tampoco existen baños adaptados. Por su parte, la Escuela de Música “es la peor porque ni siquiera tiene rampas de acceso”, manifestaron. En la Facultad de Ciencias Económicas hay una rampa en el edificio contiguo, pero cuando se tiene que utilizar hay que avisar que abran. Tampoco cuenta con sanitarios para discapacitados. La rampa de acceso de Humanidades y Artes no respeta la inclinación debida (una silla de ruedas motorizada no podría subir), las aulas son complejas y no posee baños adaptados.


Pero no todas son malas: en el Politécnico hay un sanitario adaptado para incapacitados con los barrales reglamentarios. Allí también existen dos ascensores y funcionan. Asimismo, el ingreso es compartido con Ingeniería a través de rampas metálicas. En la facultad hay dos alumnos discapacitados motrices que cursan las carreras con normalidad.


Un papelón en el Concejo
Luis María Mondino sufrió un ACV y no pudo caminar más. Sus amigos, luego de increíbles peripecias, lograron juntar los 20 mil pesos necesarios para comprarle una silla de ruedas capaz de propulsarse a batería. El Concejo Municipal premió a estos jóvenes que se lanzaron en esta cruzada solidaria.



Lo paradójico fue que los concejales distinguieron a los amigos y a Luis en el recinto de sesiones donde no hay otra forma de subir que no sea escalón tras escalón. El ascensor del edificio no funciona. Los amigos volvieron a mostrar su inquebrantable unidad y cargaron en andas a Luis para que pudiera estar presente en el acto.


Pero el muchacho no tiene rencor y agradece cada rampa y todo lo que hacen las personas que lo encuentran en la calle para ayudarlo. Roturas. Aunque Luis no protesta, la rampa de acceso a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) es angosta y por eso se rompieron las luces que tenía al costado de su silla.


Sin embargo, sí se enoja cuando las motos y las bicicletas ocupan la rampa. Tampoco puede entender que los conductores estacionen los autos y tapen los accesos. "Voy por la calzada porque no en todas las veredas hay rampas y además siempre hay algún obstáculo", dice.
"Yo no me hago problemas, o al menos trato, y busco un camino alternativo", concluyó el chico quien un hecho inesperado le cambió la vida para siempre, más allá de que él se considere un afortunado porque pudo salir adelante.



Fuente: Diario La Capital

No hay comentarios:

Publicar un comentario